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Diagnóstico y tratamiento del trastorno obsesivo compulsivo en Atención Primaria


Dr. Sergio Arques Egea | Psiquiatría

Hospital Universitario Arnau de Vilanova, Lérida


El espectro de la obsesividad es mucho más prevalente de lo que podemos pensar, ya que incluye no solo al trastorno obsesivo compulsivo (TOC) sino a las personalidades obsesivas, donde no llega a constituir una enfermedad en sí, pero puede dar lugar a alteraciones de la funcionalidad y mala calidad de vida.

La sintomatología suele iniciarse en la adolescencia, con obsesiones (pensamientos y miedos no deseados) y compulsiones (comportamientos repetitivos) que varían en temática y gravedad a lo largo de la vida, empeorando con el estrés y causando un gran sufrimiento emocional.

El hecho de intentar ignorar o detener las obsesiones va a aumentar el malestar emocional y la ansiedad, sintiendo la necesidad de realizar las compulsiones para aliviar el estrés. Los pensamientos vuelven una y otra vez, dando lugar a más comportamientos rituales, este es el círculo vicioso del TOC. Por cierto, hay que tener en cuenta que es posible tener solo síntomas de obsesión o sólo síntomas de compulsión.

Las obsesiones más frecuentes suelen ser: miedo a la contaminación/suciedad, dudar y tener dificultades para tolerar la incertidumbre, necesidad de orden y simetría, pensamientos de pérdida de control y daño a sí mismo o a los demás, pensamientos de temas sexuales o religiosos, etc. Mientras que las compulsiones más habituales suelen tener que ver con el lavado y limpieza, la comprobación, el orden, etc.

El diagnóstico del TOC no es fácil, por mucho que pueda parecer lo contrario, ya que los síntomas suelen parecerse y/o superponerse a los de otros trastornos (personalidad obsesivo-compulsiva, ansiedad, depresión, esquizofrenia, entre otros).

El tratamiento del TOC es complejo, ya que el objetivo no va a ser que desaparezca (recuerda que la personalidad de base marca ese funcionamiento obsesivo a nivel personal) sino que la persona pueda controlar los síntomas para que no le dominen ni interfieran en su vida diaria. Los dos tratamientos principales para el TOC son la psicoterapia y los psicofármacos. De hecho y sin lugar a dudas, lo más eficaz es la combinación de ambos.

Los fármacos psiquiátricos que pueden ayudar a controlar las obsesiones y compulsiones son aquellos que actúan a nivel de la neurotransmisión serotoninérgica, por ello son fundamentales los antidepresivos que inhiben la recaptación de esta sustancia. Por su mejor perfil de tolerabilidad en relación a los antidepresivos tricíclicos, los ISRS son una muy buena opción para tratar el TOC y las obsesividad. Hay que tener en cuenta que estos fármacos son más efectivos para abordar este tipo de sintomatología a dosis medias-altas, por ejemplo, fluoxetina (20-80 mg/día), paroxetina (20-50 mg/día), sertralina (50-200 mg/día), fluvoxamina (50-200 mg/día). También sería una opción, aunque con peor perfil de tolerabilidad la clomipramina (75-225 mg/día). Una opción más reciente, con un buen perfil de tolerabilidad, sería la vortioxetina (10-20 mg/día).

En algunos casos sería interesante combinar los antidepresivos con antipsicóticos atípicos a dosis bajas, que pueden potenciar la neurotransmisión serotoninérgica. Por ejemplo, el aripiprazol, cariprazina, lurasidona, ziprasidona, olanzapina, entre otros.

Respecto a la psicoterapia, la más recomendable y eficaz es la terapia cognitivo-conductual (TCC). La exposición y prevención de la respuesta, es el elemento fundamental de la TCC, lo que implica exponerse progresivamente a la obsesión y aprender el modo de resistir el impulso de llevar a cabo la compulsión, para de este modo lograr una mejor calidad de vida.

En definitiva, el objetivo del tratamiento no es otro que “tú puedas controlar tus obsesiones y no sean ellas las que te controlen a ti”.