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El estrés persistente se asocia con mayor riesgo de aparición de trastornos respiratorios como el asma



En el artículo “Estrés y asma, manifestaciones fisiológicas e implicaciones clínicas”, se ofrece una magnífica revisión de cómo el estrés persistente o de largo plazo y sus manifestaciones, como la ansiedad materna e infantil, se asocian con mayor riesgo de aparición de trastornos respiratorios, incluido el asma.

Esta asociación no se limita a la infancia/adolescencia sino que también se encuentra diagnosticada posteriormente en la edad adulta y no solo influye en el diagnóstico, sino también, en la aparición de exacerbaciones.

Se apunta a que existen complejas interacciones entre los factores estresantes y los factores de riesgo ambientales, como la contaminación y el tabaquismo, que influyen directamente en el riesgo posterior de padecer la enfermedad.

Se manejan dos hipótesis; la primera, que el estrés a corto plazo puede mejorar y el estrés crónico puede deprimir las reacciones de hipersensibilidad retardada, lo que aumenta si el paciente presenta factores estresantes crónicos.

Se sabe que el estrés crónico aumenta la magnitud de respuestas inflamatorias a desencadenantes ambientales (contaminación, humo del tabaco, alérgenos, etc.) por múltiples alteraciones en las funciones homeostáticas, hormonales y por desequilibrios autonómicos.

Las evidencias ponen de manifiesto que en la infancia y adolescencia se producen muchos cambios en la función neuroendocrina (eje hipotalámico-hipofisario-adrenal) en respuesta a los factores estresantes. Las respuestas a estos factores, ya sean agudos (efectos más transitorios) o crónicos, como los pacientes asmáticos jóvenes con estrés familiar crónico, provocan una mayor producción de citocinas implicadas en la patogenia del asma IL-5 e IL-13, y movilización y activación de eosinófilos.

Existen estudios que también han evaluado el papel de la genética o la epigenética sobre el asma relacionada con el estrés.

Otra de las consecuencias sobre la salud es que el estrés puede aumentar la morbilidad del asma al reducir la respuesta a los corticosteroides y a los agonistas β2 inhalados.

Se pone de manifiesto que, a pesar de las diversas pruebas, existe dificultad para justificar estos hechos por un enfoque único en la relación estrés/asma (diferencias poblacionales, diseños de estudios, medidas de estrés utilizadas, tiempo, cronicidad de las exposiciones y resultados, y sus posibles interacciones).

No está claro si hay diferencia respecto al sexo en la respuesta al estrés o si se traduce en mayor prevalencia en el desarrollo de la enfermedad.

Se propone una investigación con nuevos indicadores rápidos o biomarcadores de estrés a largo plazo (por ejemplo la expresión del gen de cortisol en el cabello).

La investigación que evalúa los mediadores de los factores estresantes de la infancia también podría ayudarnos a comprender hasta qué punto pueden jugar en la agravación o atenuación de los efectos de los factores estresantes sobre el asma.

El estudio se plantea, dadas las evidencias, que en la clínica no se incorporen de forma rutinaria las evaluaciones de los niveles de estrés en el examen de los pacientes. Existen una serie de métodos rápidos para medir el estrés. Es posible que estas herramientas no siempre proporcionen datos de alta calidad y sensibilidad, pero entrevistas más intensivas en recursos pueden proporcionar información detallada y una evaluación más sólida. Existen diferentes herramientas para evaluar las percepciones de los síntomas.

Se termina valorando que la evaluación de trastornos emocionales comórbidos podría ser útil en el manejo de los pacientes y en la comprensión del papel que juegan en el asma. Una comprensión integral de la resiliencia, como ha sido adoptada en otros campos (por ejemplo, en la esclerosis múltiple), podría dar vías más integrales para procurar la mejoría de los pacientes.

Se propone que se deberían integrar factores específicos (de discapacidad, biológicos, psicológicos y sociales) e incorporar medidas biológicas directas (por ejemplo, enfoques de todo el sistema de alto rendimiento que incluyen epigenómica o microbiomas) y de los elementos clave de la salud emocional, como la autoeficacia, la dependencia y el apoyo social.