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Enfermedad de ojo seco: ¿cuándo usar las lágrimas artificiales?



La enfermedad de ojo seco (EOS) se define por el grupo de expertos de International Dry Eye WorkShop (DEWSII) en el año 2017 como "una enfermedad multifactorial de la superficie ocular, que se caracteriza por una pérdida de la homeostasis de la película lagrimal, acompañada de síntomas oculares y en cuya etiología intervienen la inestabilidad y la hiperosmolaridad de la lágrima, la inflamación, daño de la superficie ocular y las alteraciones neurosensoriales”.

Su manejo supone a menudo actuar sobre muchos factores contribuyentes, priorizando tratar cualquiera que sea susceptible de tratamiento.

Se debe realizar un control de factores ambientales, humedad, temperatura, estancias especialmente contaminadas y evitar las corrientes directas de aire a los ojos. Juega un papel importante una correcta higiene palpebral con toallitas estériles impregnadas aplicadas de forma suave en el borde de los párpados, separándolos ligeramente del ojo para no dañar su superficie.

El tratamiento fundamental para el manejo desde Atención Primaria es el uso de lágrimas artificiales administradas por vía tópica a fin de evitar la sintomatología del paciente con ojo seco, aumentando la humectación al aportar agua, así como la lubricación (evita roce, reduciendo el coeficiente de fricción).

Las lágrimas artificiales deben poseer un equilibrio entre una viscosidad suficientemente alta para tener un tiempo de permanencia prolongado y evitar el malestar ocular y la visión borrosa.

El ácido hialurónico sería el “gold standard” de los principios activos de las lágrimas artificiales, pues aumenta la viscosidad, mejora la lubricación, es reparador, tiene efectos antiinflamatorios y cicatrizantes y mejora la función de la barrera epitelial corneal protegiendo el epitelio del daño celular inducido por varios estímulos, como los conservantes o la radiación ultravioleta. A todo lo anterior se añade que es bien tolerado.

La trehalosa tiene una gran capacidad de retención hídrica, propiedades de osmoprotección y bioprotección, ya que ha demostrado que protege de la apoptosis a las células corneales y conjuntivales, acelerando los mecanismos de cicatrización de la superficie ocular.

Las lágrimas actuales combinan muchos de los principios activos, como hialuronato de sodio con trehalosa o con carmelosa, y también pueden asociar un componente lipídico junto a conservantes tipo oxyd o purite, lo que hace que sean mejor toleradas.

Para completar la idoneidad de estas lágrimas, su pH se debe aproximar al humano, y deben ser preferentemente hipoosmolares, no muy viscosas y con indicación para los portadores de lentillas.

El problema que muchas veces se plantea en el tratamiento con lágrimas artificiales es su elevado precio, pero estudios relacionados sobre el impacto económico en gasto directo de consultas, indirectos en relación con el tiempo perdido de trabajo y otros factores intangibles como pérdida de calidad de vida, tiempo libre y deterioro en el funcionamiento social deberían replantear a las autoridades sanitarias sobre la posibilidad de valorar una parte de financiación de estos tratamientos.