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Mecanismo e impacto de los efectos sobre el sistema nervioso central de los antihistamínicos


Dr. Pablo Rodríguez del Río | Alergología

Hospital Universitario Infantil Niño Jesús, Madrid


La histamina es una molécula que se produce de manera natural en el cuerpo de los seres humanos, con un papel muy relevante como regulador a nivel digestivo y del sistema nervioso central (SNC), entre otros. A nivel del SNC, la histamina se sintetiza y se libera en las neuronas del núcleo tuberomamilar y el núcleo posterior del hipotálamo. Su función neurotransmisora regula los ciclos de sueño/vigilia, homeostasis endocrina, y capacidades cognitivas y de memoria a través de la interacción con el receptor H1. Mediante su interacción con los receptores H2, H3 y H4, también puede modular la liberación de neurotransmisores o ser promotor de la inflamación.

Las funciones de los antihistamínicos se centran en su interacción con los receptores H1, mediante un agonismo inverso sobre los receptores activos, y la estabilización de los receptores que se encuentran en forma inactiva. Aunque la mayoría de ellos pueden clasificarse en 6 grupos farmacológicos distintos (etanolaminas, etilendiaminas, alquilaminas, piperacinas, piperidinas y fenotiacinas), la manera más frecuente de agruparlos es según su pertenencia a la primera o a la segunda generación. La diferencia más significativa entre ambas generaciones es la capacidad de interacción a nivel del SNC.

Los antihistamínicos de primera generación, debido a su naturaleza lipofílica, tienen una mayor facilidad para atravesar la barrera hematoencefálica e interactuar con los receptores de H1 a ese nivel. De esta manera, inhiben las importantes funciones fisiológicas de la histamina ya mencionadas, produciendo mareo, sedación, somnolencia y fatiga, que a la postre inducen alteraciones cognitivas de memoria e incluso de las capacidades psicomotoras. Sin embargo, debido a su naturaleza hidrofílica, los antihistamínicos de segunda generación penetran significativamente menos a nivel del SNC, interactuando en menor grado con los receptores de esta molécula. A pesar de este perfil de seguridad mejorado debido a esta característica fisicoquímica, un porcentaje pequeño de antihistamínico sigue pasando la barrera hematoencefálica, lo que justifica que incluso los antihistamínicos de segunda generación produzcan efectos sobre el SNC, especialmente cuando se administran a dosis más altas, como suele ser necesario en la urticaria crónica.

Recientemente, se ha descrito que algunos fármacos alcanzan concentraciones menores en el sistema nervioso central de las esperadas exclusivamente por ser hidrofílicos, achacándose este hecho al transporte activo desde el SNC hacia fuera de la barrera hematoencefálica. La glicoproteína P es una proteína transmembranal que ha sido identificada como la mayor responsable de esta función, y su afinidad por los distintos antihistamínicos es variable. Se ha demostrado que su afinidad es baja para cetirizina, desloratadina, o hidroxicina y alta para fexofenadina y bilastina. Estos datos, van en consistencia con los niveles prácticamente indetectables en los receptores H1 del SNC descritos en estudios realizados sobre sujetos sanos, donde se evaluaba mediante tomografía por emisión de positrones este parámetro tras la toma de distintos antihistamínicos.

En conclusión, la histamina es una molécula necesaria y con funciones relevantes en todo el organismo. Por este motivo, debemos seleccionar los antihistamínicos que tengan una mayor capacidad para actuar en los receptores de histamina a nivel periférico, y evitar los de primera generación, con mayor efecto a nivel del SNC.


Bibliografía y referencias: