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Uso de cepas probióticas para el cólico infantil



En la ponencia del Programa APAP de la ciudad de Oviedo se hizo una actualización sobre el cólico del lactante, revisando su etiopatogenia, su diagnóstico y su tratamiento. Aunque es una entidad autolimitada y en cierto modo “benigna”, en ocasiones afecta de forma importante a la calidad de vida familiar, siendo muy importante dedicar un tiempo a las familias y explicarles bien esta entidad para evitar los problemas que se pudieran derivar del cuidado del lactante pequeño.

Hoy en día tenemos una clara evidencia que una de las principales causas que favorecen el llanto de los lactantes sanos afectos de cólico infantil, es una alteración en la composición de la microbiota intestinal con una reducción de su diversidad y su estabilidad y a su vez, con un incremento de bacterias productoras de gas y favorecedoras de un estado proinflamatorio. Dada esta alteración conocida como disbiosis, la administración de determinadas cepas probióticas ha demostrado científicamente que reduce las horas de llanto y en número de episodios de forma significativa. Todavía no hay suficiente evidencia científica para recomendar su uso de manera preventiva.

Es muy importante destacar que la acción que tienen las distintas bacterias probióticas son dependientes de la dosis a la que se administran y del tipo concreto de cepa. Unas bacterias probióticas de una misma especie, pueden llegar a tener en común un 40% de sus genes pero tener a su vez una variación de hasta un 60% de los mismos, hecho que comporta un cambio en su funcionalidad, como ocurre por ejemplo con la Escherichia coli: cepa Nissle 1917, una cepa probiótica beneficiosa (Mutaflor®), la cepa K-12, es una cepa segura muy empleada en el laboratorio, pero la cepa HUSEC-41, es una cepa potencialmente mortal que causa diarrea enterohemorrágica grave.

Otro aspecto a tener en cuenta, es que si se quiere obtener un efecto concreto de una cepa probiótica se deberá consumir durante el tiempo que se requiera obtener ese mismo efecto, ya que a los 5-7 días de su supresión ya no detectamos la bacteria probiótica en heces.