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Ansiedad generalizada, la epidemia postpandémica


Dr. Sergio Arques Egea | Psiquiatría

Hospital Universitario Arnau de Vilanova, Lérida


Si tuviéramos que elegir una patología psíquica que se haya disparado a raíz de la pandemia por COVID-19 no habría ninguna duda... nuestra elección sería el trastorno de ansiedad generalizada.

Indudablemente se han dado, y se siguen dando, las circunstancias ideales para que esta patología campe a sus anchas: una situación general de incertidumbre, situaciones traumáticas vividas y por vivir (salud física y/o emocional), factores externos difíciles de controlar (trabajo, economía, etc.) y, fundamentalmente, una personalidad rumiadora y con tendencia al agobio y/o preocupación.

Aunque la ansiedad forma parte de nuestro día a día, siendo una reacción normal de nuestro cuerpo ante situaciones de la vida, las personas con un trastorno de ansiedad generalizada tienden a preocuparse excesivamente o se sienten muy nerviosas por éstas, incluso cuando hay poca o ninguna razón para preocuparse. Es decir, a las personas con ansiedad generalizada les es complicado controlar su ansiedad.

La sintomatología puede ser muy variada e, incluso, inespecífica, lo que va a dificultar en muchas ocasiones el correcto diagnóstico. Suele ser muy habitual la presencia de somatizaciones (contracturas, cansancio, tensión muscular, alteraciones gastrointestinales, mareos, etc.), de ahí el peregrinaje por diferentes especialistas antes de acudir a los profesionales de salud mental. También son muy típicos los problemas cognitivos (rumiación, agobio, despistes, dificultad para la concentración, mala planificación, etc). Estos suelen ser los síntomas que nos deben hacer sospechar del diagnóstico.

El trastorno de ansiedad generalizada se trata con medicamentos, psicoterapia o con una combinación de ambos (lo ideal).

En el plano farmacológico son básicos los fármacos que actúan a nivel serotoninérgico ya que, recuerden, la serotonina es el neurotransmisor implicado en las obsesiones, preocupaciones, agobios, etc. Por tanto, pueden ser de utilidad los inhibidores selectivos de recaptación de serotonina (ISRS), los inhibidores de recaptación de serotonina y norepinefrina (IRSN) y los antidepresivos multimodales (vortioxetina).

En ocasiones puede ser necesario combinar dichos antidepresivos con otros psicofármacos que potencien la acción antiobsesiva (por ejemplo antipsicóticos atípicos a bajas dosis) o que regulen los niveles de ansiedad (por ejemplo pregabalina). No hemos de olvidar que las benzodiazepinas serán muy útiles al inicio de los tratamientos para controlar la ansiedad somática, aunque no la psíquica.

Respecto a la psicoterapia, fundamental en el medio-largo plazo, señalar que la terapia cognitivo-conductual1 es especialmente útil para tratar el trastorno de ansiedad generalizada. Pues se trata de enseñar a la persona diferentes formas de pensar, comportarse y reaccionar ante distintas situaciones para ayudarle a sentirse menos ansioso o preocupado, generando de este modo unos niveles de ansiedad más fáciles de controlar.


Bibliografía y referencias: