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Cronoenvejecimiento y fotoenvejecimiento en el paciente dermatológico mayor, ¿qué podemos hacer desde atención primaria para frenar el cáncer de piel?



En las últimas décadas estamos viviendo un aumento casi exponencial en las tasas de incidencia, morbimortalidad y costes médicos relacionados con el cáncer de piel directamente relacionado con el envejecimiento poblacional y la mayor exposición solar acumulada.

El cáncer cutáneo, englobando todas sus formas, es la neoplasia maligna más frecuente en el mundo y es fundamental diferenciar desde el inicio, si se trata de un melanoma o un cáncer cutáneo no melanoma (carcinoma basocelular y carcinoma espinocelular) ya que el tratamiento y el pronóstico difieren entre ellos.

Los principales factores de riesgo para el desarrollo de un cáncer cutáneo son la exposición solar (ya sea por exposición laboral o por hábitos recreacionales), los antecedentes familiares, la edad, la inmunosupresión (fundamentalmente los pacientes trasplantados en nuestro medio) y el fototipo de piel, siendo los pacientes con piel más clara los que más riesgo tienen de desarrollar cáncer cutáneo a lo largo de su vida.

Y, sin duda, desde la atención primaria podemos actuar en la prevención del cáncer de piel. Existen dos pilares fundamentales que debemos destacar:

  • El primero de gran importancia es la prevención primaria, fundamentalmente basada en el uso de fotoprotección solar de forma habitual. En este sentido, existen muchos tipos de filtros solares (físicos/minerales, químicos, mixtos…) en los que los más importantes a la hora de realizar una buena elección son el espectro de protección (no solo frente a rayos ultravioleta A y B sino también frente a luz visible) y el factor de protección solar (FPS) que para pacientes de alto riesgo no debería estar por debajo de 30. Otros factores como la cosmeticidad, el precio, que lleven de forma adyuvante fotoliasas y antioxidantes… son determinantes para la elección del fotoprotector ideal.
  • El segundo y no menos importante es el tratamiento de las queratosis actínicas y el campo de cancerización ya que constituyen en conjunto la patología premaligna más importante para el desarrollo de cáncer de piel.

Las queratosis actínicas son lesiones producidas por la exposición solar crónica en piel expuesta y se consideran premalignas ya que su transformación hacia carcinoma espinocelular o basocelular se produce en una tasa estimada del 0,6 al 1% anual. Clínicamente se caracterizan por ser lesiones descamativas, de base eritematosa y superficie rugosa. Utilizamos el acrónimo de las seis “R” (rojiza, rasposa, reaparece, rostro, radiación solar y riesgo) para aprender a identificarlas y para educar a los pacientes en su reconocimiento y posterior tratamiento.

Las queratosis actínicas se localizan fundamentalmente en zonas fotoexpuestas como el rostro, cuero cabelludo, dorso de manos, antebrazos y tórax y el tratamiento a realizar viene definido por el número de lesiones, localización, grosor y la existencia de campo de cancerización si en la piel adyacente a las queratosis existen signos de daño solar crónico que determine la aparición de lesiones nuevas.

Lo más frecuente en lesiones aisladas es eliminarlas con crioterapia aplicando nitrógeno líquido y produciendo un daño por congelación. Se trata del tratamiento más utilizado y que sigue aún vigente en todas las consultas de dermatología. La cirugía, el láser o el curetaje con electrocoagulación son otros tratamientos utilizados para lesiones aisladas. Cuando la zona afectada es más amplia y existe campo de cancerización es preferible que los tratamientos abarquen toda la zona afectada y en este sentido opciones como el diclofenaco vehiculizado en ácido hialurónico, el imiquimos, el 5-fluorouracilo o la terapia fotodinámica serían tratamientos de elección (Figura 1).

Foto de un iceberg mostrando los tratamientos destrucivos en la parte visible y los tratamientos farmacológicos en la parte oculta para el manejo de pacientes con queratoris actínicas
Figura 1: Opciones terapéuticas en el tratamiento de las queratosis actínicas2.

Finalmente, debemos señalar que ni el aspecto clínico de la lesión, ni su grosor, ni su tamaño en diámetro, ni la localización son factores que hagan predecir la evolución de una queratosis actínica hacia un cáncer cutáneo. Múltiples estudios remarcando este hecho determinan la necesidad de tratar de manera temprana TODAS las queratosis actínicas así como el campo de cancerización.


Bibliografía y referencias: