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Refrescos, nada de “soft drinks”


Dr. Esteban Jódar Gimeno | Endocrinología y Nutrición

Hospital Universitario Quirónsalud, Madrid


Hace mucho tiempo que conocemos algunos de los riesgos del consumo de refrescos que son muy ricos en fructosa, pero una muy reciente publicación (julio de 2023) vuelve a ponernos en alerta sobre el consumo de estos refrescos y la aparición de sobrepeso y obesidad en adolescentes de todo el mundo1.

El artículo de JAMA, que está disponible abierto en inglés, analiza en un estudio transversal, incluyendo más de 400.000 adolescentes escolarizados de 107 países y regiones, la relación entre el consumo diario de estos refrescos y el exceso de peso.

En realidad se trata de 3 estudios analizados de forma conjunta (Global School-Based Student Health Survey 2009-2017, European Health Behavior in School-Aged Children study 2017-2018, US Youth Risk Behavior Survey 2019) que, por lo tanto, representan bastante bien la realidad de esta asociación en todo el mundo.

El consumo de uno o más refrescos al día en esta muestra de 14 años de edad promedio (48% chicos, resto chicas) varió entre 3,3% en Islandia hasta el 80% en Niue (una isla del pacífico).

La prevalencia de obesidad y sobrepeso varía también mucho entre países desde el 3,3% en Camboya al 64% en Niue.

La correlación entre el consumo diario de refrescos azucarados (en la mayoría de los casos endulzados con jarabe de maíz muy rico en fructosa) y la prevalencia de sobrepeso y obesidad es altamente significativa (P<0,001, R 0,44). La relación se mantiene cuando el análisis se hace con datos individuales, con un aumento del riesgo de sobrepeso y obesidad del 14% entre los adolescentes escolarizados que consumen refrescos a diario.

Este estudio nos pone de manifiesto la oportunidad para intervenir sobre un aspecto aislado que claramente se relaciona con obesidad en una población especialmente susceptible.

Ya como conclusión personal, que muchas de estas bebidas azucaradas de marcas mundialmente conocidas valgan lo mismo o, en algunos países, menos que el agua embotellada debería hacernos reflexionar.

Con el impacto en la salud que su consumo regular tiene, sería momento de plantearse tanto impuestos especiales como la regulación de los puntos de venta dentro y cerca de centros con afluencia de adolescentes (colegios, institutos, polideportivos, centros comerciales…).


Bibliografía y referencias: