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Aspectos importantes en dermatitis atópica: descripción y tratamiento de la patología


Dr. Igor Vázquez Osorio | Dermatología Médico-Quirúrgica y Venereología

Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela, A Coruña


La dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria crónica, no contagiosa, que cursa por brotes y que se caracteriza por un prurito intenso o incoercible, piel seca y lesiones eczematosas de distribución característica. Afecta al 20% de pacientes en edad infantil y al 1-3% de los adultos. Su etiopatogenia es multifactorial:

  • Alteraciones genéticas, destacando principalmente el gen de la filagrina.
  • Alteración de la barrera cutánea, lo que se traduce en un pérdida transepidérmica de agua, alteración del pH cutáneo y penetración de alérgenos ambientales.
  • Alteración del microbioma: tiene lugar una pérdida de la diversidad microbiológica, con un predominio de S. aureus y hongos no Malassezia.
  • Alteración de la inmunidad innata y adquirida, con una polarización de la respuesta inflamatoria hacia Th2.
  • Factores ambientales: temperatura, humedad, infecciones o polución.

El diagnóstico de la dermatitis atópica es clínico, teniendo en cuenta que el 60% de los pacientes inician los síntomas el primer año de vida. La presencia de prurito y lesiones eccematosas se consideran factores esenciales para el diagnóstico de dermatitis atópica; mientras que el inicio a una edad temprana, la xerosis, una IgE elevada o una historia personal o familiar de atopia, se consideran factores importantes para el diagnóstico.

El diagnóstico diferencial debe establecerse con otras entidades que cursen con prurito y/o lesiones eccematosas como son la dermatitis seborreica, la dermatitis irritativa o alérgica de contacto, la psoriasis o la escabiosis o sarna (sobre todo si prurito familiar de predominio nocturno).

El tratamiento se basa inicialmente en una serie de medidas generales como son la hidratación diaria; la higiene con baño corto (5-7 minutos) a temperatura no muy caliente; evitar desencadenantes como estrés emocional, calor, irritantes (fibras, lana, perfumes, conservantes) o alérgenos alimentarios; y el correcto manejo de posibles sobreinfecciones mediante baños con hipoclorito sódico (1/2 taza en una bañera) y mupirocina intranasal durante 5 días.

El tratamiento de primera elección durante el brote es el corticoide tópico, que debe aplicarse una vez al día siguiendo la regla de la yema del dedo índice (cantidad de crema exprimida de un tubo con una boquilla de 5 mm de diámetro aplicada en la yema del dedo índice). La elección de la potencia y excipiente dependerá, al igual que en la psoriasis, de la localización y tipo de lesión (exudativa, liquenificada), de cara a evitar efectos adversos locales como estrías, telangiectasias, atrofia o equimosis.

Los inhibidores de la calcineurina (pimecrolimus y tacrolimus) son empleados como ahorradores de corticoide, fundamentalmente en zonas delicadas como la cara, pliegues o zona genital. Pueden aplicarse tanto en el brote como, principalmente, forma proactiva 2-3 veces/semana para evitar recidivas. Su principal efecto adverso es el prurito o ardor en la zona de la aplicación.

Los antihistamínicos orales pueden ayudar a reducir el prurito, aunque la liberación de histamina no es el único factor responsable del prurito en la dermatitis atópica (linfopoyetina tímica estromal, IL-4, IL-31…). Los antihistamínicos clásicos, con efecto sedante, son los más eficaces administrados en pauta nocturna.

En aquellas formas de dermatitis atópica que no responden a los tratamientos tópicos, con prurito muy intenso y gran impacto en la calidad de vida, así como en formas recurrentes o muy extensas, estará indicado el tratamiento sistémico. Se pueden emplear corticoides sistémicos (dosis única diaria de 0,5-1 mg/kg/día hasta controlar el brote, con posterior descenso lento), inmunosupresores (ciclosporina, metotrexato, azatioprina, micofenolato de mofetilo) o fármacos biológicos.


Bibliografía y referencias: