Publicidad aap zaragoza

¿Cómo podemos prevenir el suicidio desde Atención Primaria?


Dr. Sergio Arques Egea | Psiquiatría

Hospital Universitario Arnau de Vilanova, Lérida


El suicidio siempre ha sido un tema tabú en nuestra sociedad, muestra de ello es que las muertes por esta causa parecen casi inexistentes, invisibles para algunos, claramente desaparecidas de las preocupaciones sociales y mediáticas y, lo peor de todo, de las agendas políticas y sanitarias.

Aunque somos conscientes de que se trata de una de las principales causas de muerte en el mundo, no deja de ser estremecedor que se encuentre entre las primeras causas de mortalidad en la población más joven, concretamente en personas de 15 a 29 años.

En España, según datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2020 tuvieron lugar 3.941 muertes por suicidio, lo que representaba 11 suicidios al día aproximadamente. Además, la proporción de hombres que consumaban el suicidio era 3 veces mayor al de las mujeres, dato opuesto al de las tentativas de suicidio no consumadas, que es más frecuente en mujeres que en hombres.

Hay dos ideas que debemos plantear, ya que suelen repetirse como un mantra cuando hablamos acerca del suicidio: la primera, y aunque pueda parecer una obviedad, “el suicidio no se puede prevenir”… lógico, nada se va a poder prevenir si no hacemos nada para prevenirlo; en segundo lugar, “quien se suicida es porque se quiere morir”… nada más lejos de la realidad, ya que la persona lo que quiere es dejar de sufrir.

¿Cómo podemos actuar desde Atención Primaria cuando detectamos una ideación suicida?

El primer paso sería realizar una evaluación exhaustiva del riesgo suicida, ya que en función del mismo deberemos establecer un plan en relación con los factores de riesgo que presente la persona. Es importante señalar la diferencia entre una ideación pasiva de muerte, por ejemplo, “ojalá me muriera”, “si no me despertara por la mañana no pasaría nada”, de una idea de suicidio, por ejemplo, ”he pensado en hacer 'X' para quitarme la vida”, ya que la primera no es una urgencia psiquiátrica y la segunda sí.

A la hora de evaluar la vulnerabilidad de la persona habría que diferenciar entre factores internos y externos. Dentro de los primeros, habría que considerar la psicopatología existente (a nivel afectivo fundamentalmente la desesperanza, pero no hay que olvidar posibles ideas deliroides de culpa/ruina/etc., incluso ideas delirantes de persecución o perjuicio) y la personalidad previa del individuo, ya que un patrón cognitivo rígido donde una dificultad de adaptación o de resolución de problemas puede favorecer el no ver la luz al final del túnel o una marcada impulsividad/agresividad con tendencia a realizar actos sin pensar pueden favorecer las conductas suicidas. Entre los factores externos, destacaríamos los acontecimientos vitales estresantes (fallecimientos, rupturas sentimentales, pérdidas significativas, etc.), los antecedentes familiares (la existencia de suicidios en la familia debe ponernos en alerta máxima) y el acceso a métodos suicidas de alta letalidad (por ejemplo, poseer armas de fuego, etc.).

En situaciones de “alto riesgo” es fundamental derivar de forma urgente a psiquiatría para valorar un posible ingreso hospitalario. En caso de que no se considere necesario el ingreso o con pacientes que han sido derivados desde urgencias tras una tentativa de suicidio es básico establecer un contacto periódico y frecuente médico-paciente, bien de forma presencial (preferiblemente al principio, cada pocos días) o telefónica (si la evolución es adecuada). Con una gestión eficiente y la continuidad de cuidados podremos conseguir una disminución de la mortalidad por suicidio.

La psicoeducación del paciente y la intervención de otros profesionales (enfermería, trabajadores sociales…) es una ayuda muy importante para el manejo adecuado del paciente con riesgo suicida, por tanto, se recomienda optar siempre por un abordaje multidisciplinar.

A nivel farmacológico hay que tratar de controlar lo más rápido y eficazmente la angustia y la depresión, empleando para ello psicofármacos y psicoterapia.

Cuando tengamos dudas acerca de la existencia de una posible ideación suicida en un paciente, no hay que dudarlo y hay que preguntar al respecto, ya que al contrario de lo que se piensa popularmente, hablar de ello no incita a hacerlo, sino que ayuda a abordar el tema y buscar posibles salidas.


Bibliografía y referencias: