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¿Cómo se vincula la depresión y otras emociones con el sistema digestivo?



El último LiveMed que tuvo lugar en Bilbao fue un auténtico placer ya que tuve la ocasión de poder compartir con los colegas de Atención Primaria su experiencia sobre diferentes trastornos y especialmente aquellos relacionados con el sistema digestivo.

La visión que me ofrecieron me sorprendió gratamente, ya que pude ver como en Atención Primaria en el tratamiento de muchos trastornos tales como el Síndrome de Intestino Irritable (SII), o la Artrosis, por poner dos ejemplos, se involucra necesariamente al estado emocional del paciente cuando estos trastornos tienden a mostrarse de manera persistente y finalmente en los algoritmos de tratamientos aparecen los antidepresivos y/u otros psicofármacos.

También me recordó a otras épocas en las que tantas y tantas úlceras gástricas se achacaban al estrés crónico hasta que se descubrió el Helicobacter Pylori y como actualmente con la actualización del conocimiento se tiene un tratamiento eficaz y erradicador del mismo. Esto me hace preguntarme si estamos compartimentando y profesionalizando en exceso la medicina y estamos olvidando la cuestión holística aristotélica de que “El todo es más que la suma de las partes” y sin duda debemos centrarnos más en las personas y no tanto en los síntomas a la hora de tratar.

Lo que parece estar claro es que las emociones y el aparato digestivo están muy vinculados. La digestión lenta y la sensación de plenitud después de las comidas, la sensación de hinchazón y el dolor abdominal, el estreñimiento alternando con diarrea y otras afecciones sin lesión ni causa aparente en las pruebas diagnósticas convencionales, son molestias muy frecuentes que muchas personas pueden experimentar y son motivo habitual de frecuentación tanto en Atención Primaria como en las consultas especializadas de Aparato Digestivo según expusieron. Aquí entran en juego mecanismos que incluyen la inflamación crónica y sutil de las paredes del estómago y del intestino en conjunción con alteraciones de la motilidad, pero sobre estos mismos mecanismos también ejercen una gran influencia los alimentos, además de la composición de la flora intestinal que es específica en cada persona. Algunos se aventuran a sugerir la existencia de un segundo cerebro, donde es necesario un equilibrio homeostático entre la función cerebral y la función digestiva; la sensibilidad, motilidad, inflamación, sistema inmunológico y microflora, donde a su vez, todo estaría influenciado por la dieta y el ejercicio.

Dado que gran parte de mi actividad asistencial es el tratamiento de personas con Trastornos de la Conducta Alimentaria, no me resultan indiferentes estos síntomas en sentido inverso, cerebro-aparato digestivo. El riesgo de desarrollar SII se asocia a más del doble para los casos de ansiedad y depresión según recoge este metanálisis.

Hoy en día no se tienen suficientes evidencias científicas sobre si el uso de antidepresivos beneficia en estos casos por un efecto directo o indirecto al actuar como reguladores emocionales. Lo que si se ha comproprobado en diversos metanálisis es una mejoría global de los síntomas y del dolor. La vortioxetina puede convertirse en un posible nuevo agente en el tratamiento de pacientes con trastorno depresivo mayor y SII con comorbilidad diarreica.


Bibliografía y referencias:

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  2. Sibelli, T. Chalder, H. Everitt, P. Workman, S. Windgassen and R. Moss-Morris. A systematic review with meta-analysis of the role of anxiety and depression in irritable bowel syndrome onset. Psychological Medicine (2016), 46, 3065-3080.
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