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Depresión y comorbilidad orgánica: la cuestión cardiovascular


Dr. Adrián Neyra del Rosario | Psiquiatría

Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín, Las Palmas


La depresión se asocia a distintas enfermedades orgánicas por distintos mecanismos fisiopatológicos, siendo la comorbilidad más frecuente la enfermedad cardiometabólica, y entre ellas, el infarto agudo de miocardio1. La enfermedad cardiovascular es responsable de un tercio de las muertes en Estados Unidos lo que implica un coste de 316,6 billones de dólares al año. Juntas, la depresión y la enfermedad cardiovascular son las condiciones médicas más costosas y discapacitantes en Estados Unidos y Europa2. La presencia de ambas patologías en un mismo paciente tiene importantes implicaciones terapéuticas y pronósticas. Tanto es así, que en la actualidad padecer depresión es considerado un factor predictor independiente para sufrir enfermedad cardiovascular en población previamente sana, según la Asociación Americana de Cardiología3.

Existe una gran cantidad de investigaciones sobre enfermedad cardiovascular primaria y aparición de síntomas de depresión y a su vez se ha investigado el papel de la depresión en la recuperación posinfarto de miocardio. Por ejemplo, los pacientes que sufren de depresión posinfarto de miocardio tienen 6 veces más probabilidades de tener otro infarto de miocardio, en comparación con aquellos sin depresión2. También se ha objetivado que la gravedad de la depresión predice mayor gravedad cardiovascular, de tal forma que la mortalidad cardíaca es más probable que ocurra después de un infarto entre los hombres con síntomas más graves de angustia psicológica, incluyendo depresión, durante un período de seguimiento de cinco años posinfarto2. En la práctica, la aparición de esta comorbilidad obliga a revisar qué tratamiento farmacológico antidepresivo prescribir.

Una revisión de 20184 que analizó efectos directos e indirectos de los psicofármacos en el sistema cardiovascular, señala que la mayoría de inhibidores de la recaptación de la serotonina (ISRS) tienen algún tipo de efecto adverso a este nivel (principalmente riesgo de aumento del intervalo QT), mientras que otros fármacos como la mirtazapina no son recomendados por el riesgo de aumento de peso. A su vez los antidepresivos tricíclicos tiene asociado cierto riesgo de arritmia y taquicardia. En esta situación de comorbilidad, probablemente los nuevos antidepresivos como agomelatina o vortioxetina sean más recomendados por no existir informes negativos sobre el sistema cardiovascular en los distintos ensayos clínicos y en los informes poscomercialización de fármaco vigilancia.


Bibliografía y referencias: