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El síndrome de sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado y su relación con la dispepsia


Dr. José Manuel Cucalón Arenal | Medicina Familiar y Comunitaria

Centro de Salud de Villamayor de Gállego, Zaragoza


Durante la sesión del Programa AAP celebrada en Santiago de Compostela, entre las preguntas rápidas del final de la presentación sobre dispepsia funcional (DF), un asistente preguntó por el síndrome de SIBO y su relación con la DF.

Interesante cuestión la relacionada con las alteraciones de la microbiota, que, como sabemos, está adquiriendo un protagonismo cada día más predominante en la patología digestiva funcional amén de otras patologías extradigestivas. Y es que la denominada disbiosis está en el centro de la etiología de la patología digestiva, máxime en la funcional en la que no podemos demostrar otras causas productoras de los síntomas de nuestros pacientes.

SIBO son las siglas por las que conocemos el síndrome de sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado (small intestine bacterial overgrowth) y describe una presencia anómala de colonias bacterianas que deberían estar en el intestino grueso y que se hallan en el intestino delgado provocando clínica manifestada por flatulencia, náuseas, hinchazón abdominal, fatiga, diarrea y/o estreñimiento.

De forma más cuantitativa se ha calculado el número de colonias, que, tras estudios de recogida de muestra de líquido intestinal proximal, superen las 1.000 colonias (UFC). En el intestino de las personas sanas la microbiota ofrece pequeñas cantidades (UFC) de diversas bacterias, en parte por la acidez del medio (acidez gástrica), enzimas pancreáticas y biliares, motilidad intestinal y la existencia de válvulas de control (válvula ileocecal).

Determinadas situaciones patológicas pueden facilitar esta colonización anómala y sobrestimular su crecimiento, lo que conduciría a un desequilibrio de las especies asentadas y sobrecrecimiento de otras nuevas, con el consiguiente cambio en la composición de la flora a dicho nivel. Así, por ejemplo, podemos mencionar las anomalías anatómicas como diverticulosis en el intestino delgado, cambios estructurales como los producidos por intervenciones quirúrgicas a dicho nivel (bypass gástrico ó Y de Roux, resecciones, etc), fármacos que disminuyen la motilidad intestinal (narcóticos, anticolinérgicos, antidiarreicos…), situaciones de alteración en la acidez gástrica (IBP, antiácidos…) o bien, enfermedades inflamatorias intestinales como la celíaca, Crohn, enteritis por radiación, adherencias postquirúrgicas, diabetes, esclerodermia, amiloidosis…

Por tal motivo es necesario, ante una sospecha de este tipo de cuadros, realizar una anamnesis encaminada a su descarte o a contemplar la multitud de entidades nosológicas que pueden estar relacionadas con la clínica que presente nuestro paciente. Por lo que se deberá estar atento al diagnóstico en situaciones de dispepsia, síndrome de intestino irritable e incluso en aquellas otras enfermedades en donde pueda ser un sustrato etiológico extraintestinal como en rosácea, encefalopatía hepática, obesidad, Parkinson, fibromialgia, pancreatitis crónica, enfermedad renal avanzada o enfermedad intestinal inflamatoria.

El diagnóstico de esta situación clínica, SIBO, se basa en la medición del hidrógeno producido del metabolismo hidrocarbonado de las bacterias luminales en la respiración exhalada. Las células humanas no son capaces de producir hidrógeno o metano así que su presencia en el aire exhalado significa un metabolismo de los hidratos de carbono en el intestino, absorción de dichos gases y paso a pulmón. El test se realiza tras la administración de 10 gramos de lactulosa o bien 75 de glucosa. Se considera positivo cuando hay elevaciones de más de 20 PPM (partes por millón) después de 90 minutos desde la ingesta. La clínica no es diagnóstica debido a su inespecificidad.

El tratamiento de esta entidad se basa en varias fases: tratamiento antibiótico (escasa evidencia) con antibióticos de amplio espectro como rifaximina, ciprofloxacino, amoxicilina, durante 2 semanas. Medicamentos que aumenten la motilidad intestinal (procinéticos). Dieta baja en FODMAP (hidratos de carbono mono y oligosacáridos) con restricción de alimentos fermentables. Probióticos/prebióticos con objeto de sustituir la flora (escasa evidencia).

En definitiva, la flora intestinal se está convirtiendo en protagonista tanto en la patología funcional del aparato digestivo como en otras entidades extradigestivas y que deberemos estar atentos a su diagnóstico para poder ayudar a nuestros pacientes.