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La enfermedad renal crónica se presenta como un problema creciente tanto por su mayor incidencia y prevalencia como por lo que supone para el paciente. El progresivo empeoramiento de la función renal está íntimamente asociado con mayor riesgo de eventos cardiovasculares y de mortalidad cardiovascular y/o por cualquier causa.

La prevalencia de enfermedad renal crónica (ERC) podría haber crecido casi un 65% entre 2010 y 2018 (entre los estudios EPIRCE y ENRICA) y va escalando puestos como causa de muerte, con la previsión de que alcance el segundo lugar después de la enfermedad de Alzheimer a finales de este siglo.

La Atención Primaria (AP) es el ámbito más adecuado para diagnosticar a los pacientes con enfermedad renal crónica (ERC). Para ello es necesario hacer cribado en todos aquellos pacientes que presenten riesgo de padecerla. La mayoría de los pacientes en el momento del diagnóstico se encuentran en un estadio 3 de la enfermedad.

La hipertensión arterial (HTA) es un importante factor de riesgo cardiovascular y también de progresión de la enfermedad renal crónica (ERC). Las principales guías de práctica clínica enfatizan la importancia de conseguir un adecuado control de presión arterial en pacientes con ERC, pero difieren sin embargo en cuál es este adecuado control.