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Factores bioactivos en la leche materna con propiedades antiinflamatorias


Dr. José Manuel Moreno Villares | Pediatría

Clínica Universidad de Navarra, Navarra


La leche materna no necesita ninguna publicidad: es el estándar de oro de la alimentación del lactante en los primeros meses de vida, con independencia de su peso, su edad gestacional, su origen étnico o el tipo de parto. Pero esto no significa que no sea necesario profundizar en su conocimiento. ¿Qué componentes son la explicación de sus beneficios? ¿En qué cantidad? ¿Cómo influye la alimentación de la madre en su composición? ¿Cómo y por qué cambia a lo largo de la lactancia?, y otras muchas preguntas que podríamos seguir haciendo. De su respuesta obtendremos importantes nociones que pueden aplicarse en el campo de la alimentación infantil y, sobre todo, en el desarrollo de mejores fórmulas infantiles.

La perspectiva del estudio de la composición de la leche se ha desplazado desde el interés por los aspectos puramente nutricionales (aporte calórico, distribución de macronutrientes, tipo de proteínas, etc.) hacia aquellos factores bioactivos que promueven la maduración del sistema inmunitario, protegen frente a la infección o contribuyen a disminuir el riesgo frente a la enfermedad a lo largo de la vida.

En este post hablaré brevemente de los factores antiinflamatorios. El intestino es el mayor órgano inmune del organismo, el más expuesto junto con la piel al ambiente exterior. La exposición a la alimentación, en especial la leche materna, contribuye a la diferenciación y maduración de la mucosa intestinal y al establecimiento de lo que conocemos como la “barrera intestinal”. El sistema inmunitario del bebé es también inmaduro, por lo que su defensa inmune debe fundamentarse en esas primeras semanas en los anticuerpos recibidos de la madre, bien durante la etapa fetal, o a través de la leche materna (fundamentalmente inmunoglobulina A secretoria, IgAs).

En el caso de los prematuros, se combina el hecho de que poseen un sistema inmunitario más inmaduro y que la respuesta inflamatoria a la agresión es mucho mayor. El ejemplo más manifiesto es la enterocolitis necrosante (ECN). La leche materna ejerce un factor protector frente a la ECN, de un modo dosis-dependiente, aunque a través de mecanismos no del todo conocidos.

Entre los factores bioactivos de la leche que parecen jugar un papel protector en esa defensa frente a la inflamación destacan: la presencia de un microbioma único en la leche materna, compuesto por más de 700 especies bacterianas distintas. Las bifidobacterias y el Lactobacillus rhamnosus presentes en la leche contribuyen a la colonización del intestino inmaduro. Los oligosacáridos de la leche humana (HMOs), además de un efecto prebiótico, actúan como bloqueantes para la adhesión de patógenos a los receptores de la mucosa intestinal y contribuyen a la modulación de la respuesta inmune local y sistémica. Existen, además, factores inmunológicos presentes en la leche materna, como son inmunoglobulinas, sobre todo IgAs, citoquinas incluyendo el TGF-β, interleuquina 1B, IL-6, IL-10, IL-12 o interferón γ (IFN-γ). La presencia de lactoferrina, lactoadherina y lisozima contribuye notablemente a su efecto antiinflamatorio. En menor medida y, sin duda, menos conocido, está el papel de algunos factores metabólicos como las antiproteasas, las adipoquinas o el papel de los ácidos grasos en relación con la inflamación.

Este panorama sería muy incompleto si no consideramos la interacción que ejercen cada uno de estos factores con los demás, con los componentes nutricionales de la leche e incluso con el mismo intestino del niño. Profundizar en ese conocimiento nos dará claves para optimizar los resultados de salud de los niños, a corto y a largo plazo.


Bibliografía y referencias: