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Inmunidad esterilizante: ¿mito o realidad?


Dr. José Gómez Rial | Inmunología

Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela, Santiago


Durante la pasada pandemia se ha hablado mucho sobre la capacidad de las vacunas en inducir la denominada “inmunidad esterilizante”, esto es, la capacidad que tiene una persona vacunada de transmitir o no la enfermedad.

En primer lugar, es necesario aclarar la diferencia entre infección y enfermedad: la infección ocurre cuando un patógeno (bacteria, virus o parásito) penetra en el individuo y el sistema inmunitario se activa para combatirlo, la enfermedad ocurre cuando esta infección causa sintomatología, daño a algún órgano y/o algún problema de salud. Por tanto, y es algo que debe quedar claro, el objetivo que perseguimos durante la vacunación es evitar la enfermedad y, sobre todo, especialmente evitar la enfermedad grave que requiere atención médica (hospitalización). No es objetivo de la vacunación evitar la infección, especialmente cuando la estrategia de vacunación es a través de vacunas sistémicas (administradas parenteralmente) que actúan a nivel sistémico y cuya acción sobre la inmunidad de las mucosas, allí por donde el patógeno ingresa al cuerpo, es limitada.

Esquema visual de la relación inversa entre enfermedad grave e inmunidad protectora con las vacunas.
Durante la pasada pandemia se ha hablado mucho sobre la capacidad de las vacunas en inducir la denominada “inmunidad esterilizante”, esto es la capacidad que tiene una persona vacunada de transmitir o no la enfermedad.
Figura 1: Relación inversa entre enfermedad grave e inmunidad protectora.

La inmunidad esterilizante, como tal, es muy difícil de alcanzar por las propias características de la mucosa humana donde impera la tolerancia inmunológica que permita la coexistencia de los microorganismos que componen la flora microbiana normal. Por tanto, conseguir una supuesta inmunidad esterilizante a través de la vacunación es una utopía, especialmente con vacunas parenterales. Otra cosa muy diferente que sí se produce es la disminución de la capacidad de contagio a través de la vacunación (impacto sobre la transmisión), dado que en una persona vacunada la replicación del patógeno encuentra muchas más dificultades que en una persona no vacunada, ya que la rápida actuación de un sistema inmune vacunado (entrenado) no permite la diseminación del patógeno por el organismo y controla rápidamente la infección y, por tanto, disminuye la capacidad de contagiar a otras personas. Este impacto sobre la transmisión va a ser mayor en las primeras semanas/meses tras la vacunación, donde el nivel de anticuerpos y células efectoras son elevados y alcanzan a proteger la mucosa, pero con el tiempo esta inmunidad en mucosa va decayendo y persistirá solo la memoria inmunológica sistémica que nos protegerá frente a la enfermedad grave pero cada vez menos frente a la infección.

A medida que el individuo vacunado se vaya exponiendo de forma natural al patógeno, irá construyendo una inmunidad (híbrida: vacunas + infección natural) más robusta, especialmente en las mucosas, por lo que la capacidad de transmisión será menor a medida que se fortalezca esta inmunidad híbrida.

En las vacunas de acción mucosa (orales, intranasales) el impacto sobre la transmisión es mayor dado que actúan directamente sobre la inmunidad de la mucosa, generando títulos de anticuerpos protectores que actúan de barrera para que el patógeno no pueda penetrar en el organismo. De todos modos, y como se explicó anteriormente, por las características propias de la inmunidad de las mucosas esta acción supuestamente “esterilizante” de estas vacunas que actúan a nivel de la mucosa no se prolonga en el tiempo, por lo que no podemos asumir en ningún caso que un individuo vacunado no tenga capacidad para contagiar e infectar a otros individuos.

Cabe recordar siempre que el fin último de las vacunas no es evitar la infección sino entrenar a nuestro sistema inmunitario para cuando tenga lugar la infección, de igual modo que los deportistas entrenan para la competición y no entrenan para evitar competir.


Bibliografía y referencias: