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Histamina y antihistamínicos, evolución histórica


Dr. Pablo Rodríguez del Río | Alergología

Hospital Universitario Infantil Niño Jesús, Madrid


A pesar de que la alergia es una enfermedad que ya es referenciada en documentos sobre el antiguo Egipto, no fue hasta 1907 que se aísla por primera vez, por Windaus y Vogt, la molécula de histamina. Se trata probablemente del mediador más relevante en las reacciones alérgicas y tiene efecto sobre diversos órganos. A nivel digestivo puede producir náuseas, vómitos, dolor abdominal y diarrea, a nivel bronquial, tos, sibilancias y disnea, a nivel nasal, rinitis y a nivel cutáneo, la aparición de eritema, prurito, habones y angioedema. La presencia de estos síntomas puede ser aislada o bien conjunta, dependiendo del tipo de desencadenante. Además, puede afectar a sistema cardiovascular produciendo hipotensión, vasodilatación, taquitardia y síncope, constituyendo el nivel de afectación más grave.

Las opciones para contrarrestar los efectos de esta molécula giran en torno a antagonizar su efecto sobre sus receptores. A pesar del descubrimiento de 4 receptores principales de histamina, los fármacos actualmente comercializados para la alergia siguen ejerciendo su acción a nivel de los receptores H1. Los primeros antihistamínicos, surgidos en 1940, supusieron un gran avance, pero pronto se detectaron importantes efectos secundarios, entre los que se cuentan las alteraciones a nivel del sistema nervioso central (somnolencia, reducción de capacidad de aprendizaje y alerta, alteraciones de la arquitectura del sueño…), de los receptores muscarínicos (sequedad bucal, retenciones urinarias), receptores serotoninérgicos (aumento de apetito y peso), alfa-adrenérgicos (mareos) y cardíacos (incremento del intervalo QT y arritmias).

En 1988 se comercializan los primeros antihistamínicos de segunda generación, Cetirizina y Loratadina, revolucionando las opciones terapéuticas para la patología alérgica debido a un efecto demostrado en rinitis y urticaria, y un perfil de seguridad muy mejorado.

Actualmente, en una medicina guiada por la evidencia clínica, el empleo de antihistamínicos de primera generación debería estar fuera de los algoritmos terapéuticos de la consulta diaria por estar desaconsejados en las guías más relevantes. Debemos emplear antihistamínicos de segunda generación, incluso en los pacientes más pequeños, dado que existen estudios sobre la seguridad de algunos de ellos en niños de hasta 6 meses de edad. Debemos considerar la selección del antihistamínico teniendo en cuenta el perfil específico de eficacia y seguridad demostrado por el fármaco, sin olvidar que la formulación galénica puede ser clave del éxito especialmente entre los niños más pequeños.


Bibliografía y referencias: