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Úlcera péptica, ¿la hemos olvidado?


Dr. José Manuel Cucalón Arenal | Medicina Familiar y Comunitaria

Centro de Salud de Villamayor de Gállego, Zaragoza


Tras el descubrimiento, hace ya algunos años en 1982 por Marshall y Warren, de la etiología de la úlcera gástrica y duodenal, como casi siempre por casualidad, al realizar una incubación prolongada de una biopsia de mucosa gástrica humana, el mundo de lo que hemos venido en llamar patología péptica, ha cambiado radicalmente.

Las sucesivas aportaciones terapéuticas a base de inhibidores de la bomba de protones (IBP) y los tratamientos antibióticos erradicadores del Helicobacter pylori (Hp), han supuesto un antes y después de esta patología, antaño muy prevalente y no exenta de riesgo grave, incluso vital, para muchas personas.

Los que ya cumplimos algunas décadas en el ejercicio de la Medicina conocemos muy bien la patología péptica, cargada de dolor epigástrico, mala calidad de vida y alto riesgo de hemorragia digestiva que provocaba ingresos frecuentes e intervenciones quirúrgicas en muchos pacientes, incluso las llamadas vagotomías para poder aliviar las complicaciones de las úlceras gástricas y duodenales. El desarrollo de los IBP cambió la evolución y pronóstico de esta patología, pero fue la aportación a la etiología de esta lesión del Hp la que abrió la posibilidad de poder erradicar la bacteria y procurar la llamada curación total del proceso ulceroso.

Desde entonces pareciera como si la úlcera péptica, fundamentalmente duodenal, hubiera desaparecido de nuestra práctica médica habitual y hablemos ahora de dispepsia como un término más actual y acorde a los síntomas de nuestros pacientes.

En un interesante artículo publicado recientemente en la revista Medicina Clínica, Isabel Laucirica, Pilar García y Xabier Calvet, digestólogos de Barcelona, nos recuerdan que la úlcera péptica sigue estando ahí, en el centro de la patología digestiva alta y que, aunque su prevalencia e incidencia ha disminuido en los últimos años, sigue siendo una patología frecuente y asociada a alta morbimortalidad y coste sanitario.

La etiología sigue siendo mayoritariamente el Hp y la gastropatía por AINEs. Casualmente de estos dos temas se habla, y mucho creo, en el repaso que sobre la dispepsia funcional comentamos en nuestras charlas y coloquios finales del los cursos del Programa AAP.

Como decimos siempre, el diagnóstico de dispepsia funcional se sustenta en el adecuado descarte de dispepsia orgánica y entre ellas se encuentra la gastropatía por fármacos gastrolesivos, la úlcera péptica, las enfermedades metabólicas y otras que en total pueden suponer entre un 20-30 % de las causas de dispepsia. El resto, es decir mayoritariamente, será funcional.

Volviendo al artículo de estos autores, interesante y didáctico, recomiendo su lectura pues nos enseña a valorar este cuadro clínico que pueden padecer entre un 5-10 % de nuestros pacientes a lo largo de su vida y que presenta una incidencia de entre 0,3-1,9 % al año. En los países occidentales, la disminución del tabaquismo, el mayor cuidado y vigilancia del uso de AINEs junto al uso de terapia erradicadora y de IBP, han mejorado la frecuencia de complicaciones de la úlcera péptica.

El repaso de la epidemiología, los factores de riesgo, la clínica y sus complicaciones, el diagnóstico actual y las fórmulas terapéuticas más eficaces y sus modos de uso nos permiten realizar un repaso rápido y formativo de esta patología que, y es a lo que vamos, nos permitirán hacer un mejor diagnóstico de la dispepsia funcional.


Bibliografía y referencias: