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Historia del asma desde la antigüedad hasta nuestros días


Dr. Carlos García Magán | Pediatría

Hospital Clínico Universitario de Santiago


¿Qué tenían en común el Che Guevara, J.F. Kennedy, T. Roosevelt, Beethoven, Vivaldi, Scorsese, Marcel Proust o Dickens entre otros? El asma1. Pero, ¿desde cuándo existe el asma? ¿es una enfermedad antigua? y ¿cómo se trataba en el pasado?

Las primeras menciones a los síntomas de asma datan del año 2600 a. C. en la región de la actual China, y hacían referencia a síntomas como “respiración silbante” o “jadeo” que se trataban con vapores de extractos vegetales, si bien aún no estaba perfectamente definida la entidad como tal. El término de “asma” (falta de aire) es más reciente y se le atribuye a Hipócrates2. Él mismo relacionó la aparición de asma con determinados desencadenantes ambientales. El tratamiento en la civilización egipcia contaba con más de 700 remedios para esta situación de falta de aire. En el 327 a. C. se describe el uso de la hierba de estramonio (con efecto anticolinérgico) como tratamiento para relajar la vía aérea.

En la época romana los médicos de aquel entonces correlacionan la actividad física como un factor que empeora el jadeo y la sensación de falta de aire. Es también cuando por esa época se relaciona el polen con síntomas respiratorios en algunos individuos, entre ellos el Emperador César Augusto (63 a. C. - 14 d. C.) que sufre de la fiebre del heno (rinorrea, estornudos y congestión nasal con enrojecimiento ocular en primavera), síntomas de una rinitis alérgica3, y Plinio el Viejo (23 d. C. - 79 d. C.) que presenta dificultad respiratoria en contacto con el polen. Por entonces, se describe el uso del extracto de efedra (con efecto simpaticomimético) como tratamiento, empleado también por los aztecas en épocas posteriores.

Areteo de Capadocia, médico griego de la segunda mitad del siglo II, describe los síntomas de asma como tos, dificultad respiratoria, fatiga y opresión torácica. Asimismo, correlaciona la frecuencia de la tos con la gravedad de la enfermedad, y que aquellos que no fallecen de un ataque de asma, lo padecerán durante toda su vida3,4. En el siglo XII, Maimónides (1138-1204) hace mención a una buena higiene personal para evitar los ataques de asma. En el siglo XVI se generaliza el uso del tabaco como tratamiento del asma, ya que inducía la tos y el incremento de la mucosidad bronquial.

Ya en la época moderna, William Osler en el 1892 hace una detallada descripción de los síntomas del asma en su tratado “The Principles and Practice of Medicine”, que la define como un espasmo de los músculos bronquiales con inflamación de mucosa bronquial, inflamación de bronquiolos distales, similitudes a la fiebre del heno, agrupación familiar que a menudo se inicia en la infancia, perdura en la edad adulta y que aparece con distintos desencadenantes que pueden ser ambientales (clima, polvo, polen, gatos), estrés o miedo, alimentos o infección respiratoria. Los sujetos con asma tendrán un esputo característico que incluye masas gelatinosas redondeadas, cristales de Leyden en forma de octaedro y espirales de Curschmann. Es en las décadas sucesivas cuando se acuña el término broncoespasmo, que condicionará el tratamiento posterior con el uso de fármacos obtenidos de los alcaloides de la belladona o la inmunoterapia a pólenes e incluso las inyecciones de adrenalina5.

Una serie de muertes relacionadas con el tratamiento con el asma ya en la segunda mitad del siglo XX (en relación al tratamiento con isoprenalina y fenoterol)4 lleva a pensar que el asma no es solo una entidad aguda, sino que la inflamación que subyace en estos pacientes tiene bastante que ver con su evolución y sus exacerbaciones. También el descubrimiento de la inmunoglobulina E (IgE) por el matrimonio Ishizaka en la década de los 60 permitió la asociación de un mecanismo alérgico en determinados pacientes con la aparición de asma6. Durante los años 70 se desarrollan los corticoides inhalados, siendo hasta ese momento el mejor tratamiento de mantenimiento para el control del asma.

Ya en nuestros días, el desarrollo de los fármacos biológicos anti-IgE, antirreceptor de IL-4 e IL-5 han supuesto otro cambio sustancial en el manejo de una enfermedad tan antigua como es el asma.


Bibliografía y referencias: