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En el proceso de transición al alta desde el medio hospitalario al ambulatorio hay dos conceptos a considerar. Por un lado está la CONTINUIDAD DE LA ATENCIÓN, más relacionado con la perspectiva del paciente. Es el modo en que el paciente experimenta la coherencia y la conexión de la atención a lo largo del tiempo, resultado del flujo de información, habilidades interpersonales y coordinación de la atención. Por otro, la COORDINACIÓN DE LA ATENCIÓN MÉDICA, que es una perspectiva de los proveedores, de la interacción entre proveedores y de la forma en que ésta es experimentada por ellos.

A la hora de analizar un objetivo renal, nos hemos encontrado habitualmente con objetivos que engloban la duplicación de creatinina, la caída del filtrado glomerular un 30, 40, 50%, la progresión de la ERC hasta un FG determinado, entrada en diálisis o trasplante y la muerte renal. A nadie se le escapa que este es el objetivo renal habitual.

La enfermedad renal crónica se presenta como un problema creciente tanto por su mayor incidencia y prevalencia como por lo que supone para el paciente. El progresivo empeoramiento de la función renal está íntimamente asociado con mayor riesgo de eventos cardiovasculares y de mortalidad cardiovascular y/o por cualquier causa.

A día de hoy pocas dudas pueden trasladar este título sobre el beneficio del uso de acetazolamida. Estudios como el ADVOR o el CLOROTIC nos han ayudado a entender que la asociación de diuréticos incluso a dosis más bajas es superior al uso de la terapia clásica con dosis altas habitualmente de diurético de asa.

Sabemos que los inhibidores del cotransportador renal de sodio-glucosa de tipo 2 no sólo son eficaces para reducir la morbimortalidad en las personas con insuficiencia cardíaca y enfermedad renal crónica sino que ayudan a retrasar la aparición de éstas, por lo que su uso debería de ser precoz, y deberíamos de plantearlo lo antes posible.