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Tratamiento conservador de la sintomatología urinaria de llenado


Dr. Juan Manuel Corral Molina | Urología

Hospital Clínic Barcelona, Barcelona


La sintomatología del tracto urinario inferior (STUI) es uno de los motivos de consulta más frecuentes por parte de nuestros pacientes, tanto a nivel de Atención Primaria como a nivel de consulta especializada de Urología. Además de la repercusión en la calidad de vida de los pacientes, el manejo de la incontinencia implica un gasto anual considerable, llegando a suponer 40 billones de euros a nivel europeo. Las causas de este tipo de síntomas son muy variadas, por lo que antes de iniciar un tratamiento es fundamental un correcto diagnóstico diferencial. Cierto es que la hiperplasia benigna de próstata y la vejiga hiperactiva son las causas más frecuentes, tanto en el varón como en la mujer respectivamente, pero hemos de recordar que otras patologías pueden presentarse con la misma sintomatología. Entre ellas, destacaría infecciones urinarias, litiasis ureterales, neoplasias vesicales o cáncer de próstata.

Inicialmente, el manejo de los STUI puede ser llevado a cabo por el médico de atención primaria, existiendo unos criterios de derivación al especialista, ya sea urología o ginecología, entre los que destacan, infecciones urinarias complicadas o recurrentes, presencia de hematuria, antecedentes de cirugía o radioterapia pélvica, la presencia de residuos postmiccionales elevados, tumoraciones pélvicas o bien prolapso de órganos del suelo pélvico. En el caso de la vejiga hiperactiva, además de las pruebas diagnósticas habituales como la historia clínica y exploraciones complementarias como el sedimento de orina y/o un estudio ecográfico, es importante la cumplimentación de una serie de cuestionarios validados específicos de esta patología. Estos cuestionarios, entre los que encontramos el diario miccional de tres días, el Overactive Bladder (OAB versión 3) o el ICIQ-SF (International Consultation on Incontinence Questionnaire - Short Form), nos permiten valorar la percepción que tienen los pacientes acerca de sus síntomas, desde un punto de vista cuantitativo y cualitativo, y valorar el impacto de estos en su calidad de vida. Es importante que sean rellenados por los pacientes (autocumplimentados) y nos servirán no solo en el momento de instaurar el tratamiento, sino también a la hora de monitorizar los resultados del mismo y así valorar las expectativas que tiene el paciente acerca de su condición y evolución.

De cara a favorecer un mejor cumplimiento del tratamiento y una mayor percepción de satisfacción de este por parte del paciente, es importante conocer primero las expectativas y los objetivos por parte del paciente hacia el mismo y para ello, explicarle que se trata de una patología crónica y que con el tratamiento nuestro objetivo es mejorar la sintomatología y con ello su calidad de vida. Es importante destacar el papel del “tratamiento conservador” como primer escalón y la base de futuras opciones terapéuticas. El tratamiento conservador incluye toda una serie de medidas encaminadas a modificar aquellos hábitos adquiridos por el paciente y que son contraproducentes para su patología, entre ellos destaca evitar el sedentarismo, evitar el consumo de tabaco, consumo excesivo de cafeína o derivados, obtener un peso y dieta adecuados o disminuir una ingesta hídrica excesiva. Además, podemos recomendar ejercicios de fortalecimiento de la musculatura del suelo pélvico o la realización de micciones programadas. Hemos de insistir en que todas estas medidas son eficaces, además de tener un bajo coste y no presentar efectos secundarios, e insistir en ellas ya que requieren constancia, motivación y esfuerzo, ya que suponen un cambio de hábitos.

En caso de no mejoría suficiente, recurriremos al tratamiento farmacológico, clásicamente conocidos en dos grupos que incluyen los fármacos antimuscarínicos o fármacos betaadrenérgicos, por supuestos asociados a esos cambios en el estilo de vida y modificación de hábitos higiénico-dietéticos.