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¿Ha muerto el IMC como parámetro útil en los pacientes que viven con obesidad?



Recientemente he tenido la oportunidad de participar en un simposio en el Congreso SEEDO 2023 celebrado en Sevilla dando mi visión, desde el punto de vista de médico de familia. En este simposio surgió el debate sobre el concepto que sitúa al índice de masa corporal (IMC) como un parámetro, que por sí solo, ha dejado de tener validez en la valoración de los pacientes con obesidad.

Hasta la fecha, todas las sociedades científicas y guías de práctica clínica establecen el diagnóstico de obesidad en base a parámetros antropométricos y, el IMC definido como la relación entre el peso (kg) y la talla (metros), siendo el parámetro esencial para el diagnóstico de sobrepeso cuando es superior a 25 kg/m2 y de obesidad cuando es superior a 30 kg/m2.

Existe una correlación positiva entre IMC y porcentaje de grasa corporal, si bien es cierto que se sobreestima en sujetos con elevada masa muscular esquelética y se infraestima en individuos más delgados con pérdida de masa muscular esquelética. No resulta válido en gestantes ni en pacientes con edema. Además, es necesario adaptar el valor en población infantil y en el anciano.

Adicionalmente, el IMC no tiene en cuenta la distribución de la grasa corporal, que es relevante en la evaluación de riesgos para la salud.

Actualmente se ha generalizado el uso del perímetro de cintura (PC) como la medida antropométrica más aceptada para estimar la distribución regional de la grasa y, por tanto, para establecer la presencia de obesidad abdominal. Está bien establecida la relación entre el aumento del PC con patologías metabólicas (diabetes, enfermedad metabólica hepática, síndrome metabólico), y con el riesgo cardiometabólico. Por tanto, debe considerarse un indicador de riesgo independiente del IMC y debemos de medirlo siempre en nuestros pacientes en consulta.

En la práctica clínica, los profesionales de la salud a menudo consideran múltiples factores incluidos la composición corporal, la distribución de la grasa, la actividad física y otros indicadores de salud, en lugar de depender exclusivamente del IMC.

La valoración morfofuncional de los pacientes que viven con obesidad trata de conocer morfológicamente el contenido adiposo y muscular y la función de estos. Existen dos tipos: la básica, con medias que incluyen la valoración clínica, estimación de la ingesta y hábitos, exploración clínica y estimación del riesgo cardiometabólico, medidas antropométricas e índices que nos permitan aproximarnos al contenido de grasa corporal total y su distribución, como perímetro de cuello, perímetro medio del brazo y perímetro de pantorrilla, la medida de los pliegues cutáneos; y por otro lado la avanzada con la inclusión de técnicas amplio uso clínico en la práctica habitual: impedancia bioeléctrica y la ecografía nutricional.

Desde el punto de vista del médico de familia estas valoraciones nos quedan lejos y fuera de nuestro alcance por lo que la valoración del IMC debería considerarse solo un cribado, puesto que el diagnóstico de obesidad ha de basarse en la presencia de un exceso de grasa corporal que impacta en la salud global del individuo que la padece, pero sigue aceptándose su uso en el contexto clínico por su relación con la adiposidad y por la limitación de técnicas de composición corporal en la rutina médica.

En resumen, aunque el IMC sigue siendo una herramienta útil en muchas circunstancias, se reconoce que tiene limitaciones y que una evaluación más completa de la salud debe incluir otros factores.

En las consultas de Atención Primaria solo disponemos de una báscula y medidor de altura y de una cinta métrica por lo que los parámetros que usamos son el IMC y el PC, aunque de forma práctica podríamos usar aplicaciones para estimar la grasa corporal total y que son fácilmente aplicables a la práctica clínica, como el método CUM-BAE5 en referencia a BOD-POD desarrollado por la Universidad de Navarra y accesible vía internet o la calculadora de estimación de grasa corporal usando la relación cintura-estatura (RFM).

También hay que tener en cuenta que hay muchos estudios y ensayos clínicos realizados con la medida de IMC de los pacientes como referencia, por lo que si se aplicaran otros parámetros habría que tenerlo en cuenta a la hora de interpretarlos y darles validez.


Bibliografía y referencias:

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